domingo, 12 de marzo de 2017

Miradas: "El fin de Sheila" de Herbert Ross.


El compositor de Broadway Stephen Sondheim consideraba que no estaba dotado para construir una buena narración dramática. La única historia original que hemos podido ver en la gran pantalla, coescrita por Sondheim y sin tratarse de una pieza teatral, pone en duda sus palabras ya que es exquisita. Junto con el actor Anthony Perkins colaboró en un guión para un largometraje que dirigió Herbert Ross, "El fin de Sheila", un misterio alrededor de un asesinato repleto de giros y vueltas de tuerca. Se trata de un "whodunit" entre un grupo de jugadores de Hollywood, interpretado por un reparto de estrellas y al más puro estilo de Agatha Christie. 





Un año después de que Sheila haya sido asesinada en un atropello y posterior fuga su esposo, un productor multimillonario (James Coburn), reúne a los seis amigos que fueron sus invitados esa trágica noche a pasar una semana en su gigantesco yate para jugar a un enigmático juego. El juego resulta ser demasiado real y parece que tiene como objetivo desenmascarar al asesino de Sheila. Pero también resultará demasiado mortal. Frente a la costa francesa, anuncia las reglas del juego, asignando un secreto a cada uno de los invitados que deberán descubrir, similar a la caza del tesoro. Cada huésped recibe una tarjeta con un secreto (un acto vergonzoso del pasado) que otro de los otros asistentes tiene. Una elaborada trampa para el culpable. 


Durante gran parte de su vida, Sondheim se había deleitado construyendo juegos de misterio para sus amigos sin más pretensiones que la diversión. "El fin de Sheila" es el traslado a la celuloide de su pasatiempo. En la escena donde el rico viudo explica las reglas del juego ni siquiera hay una introducción de los personajes. Demuestra que sus escritores están satisfechos del planteamiento y pretenden que nos demos cuenta del extraordinario relato que nos van a mostrar. A medida que avanza la trama todo el mundo empieza a sospechar de los demás. Todas las pistas para averiguar quién es el autor del atropello están a la vista y nosotros deberemos unir las piezas del rompecabezas que está perfectamente construido. Su primera parte tendrá como objetivo exponer a los sospechosos, aunque con una sorpresa tremenda que cambiará el rumbo de los acontecimientos. Y ya en la parte final asistiremos a un auténtico recreo donde el juego del gato y el ratón está repleto de astutos giros.


El director de arte Tony Roman y el decorador John Jarvis fabrican un cofre repleto de minúsculos detalles y el diseñador de vestuario Joel Schumacher (sí) nos enseña quién de los personajes tiene posibles y quién fama y reputación fortaleciendo su descripción para que sepamos más sobre ellos. Herbert Ross dirige con un toque ligero, que bien funcionaría como obra teatral, este inteligente puzle diabólico donde en su comienzo, en el yate Sheila (el barco aparece en un fundido que une a Sheila muerta con el nombre del yate "Sheila"), podemos ver un juego del Cluedo que definirá a la cinta en su tratamiento.



  "El fin de Sheila" (1973). Dirección: Herbert Ross.