miércoles, 30 de noviembre de 2016

Miradas: "Mi Idaho privado" de Gus Van Sant.

Gus Van Sant es un realizador único, personal, con sello propio obviamente independiente pero muy asequible para todas las audiencias. Con permiso de "Elephant" (2003), "Mi Idaho privado", una road movie estimulante y dolorosa sobre el destino de dos hombres, es su mejor película. Un episodio privado dentro de su cine que logra superar de manera sobresaliente todas las expectativas puestas en él.

Mike Waters (River Phoenix) y Scott Favor (Keanu Reeves) son dos jóvenes chaperos que se ganan la vida prostituyéndose en las calles de Portland. Mike tiene una extraña enfermedad llamada narcolepsia, que le provoca un sueño repentino y profundo en cualquier parte, además de sufrir epilepsia.  El drama prospera en las debilidades de sus personajes. Uno proviene de la pobreza, el otro de una familia rica. Mike es un buen chico, un joven vagabundo con una infancia bastante anómala, desorientado, falto de cariño, frágil y su único apego real es hacia Scott, muy espabilado, arribista, sin prejuicios, seductor e interesado. Dos mundos muy distintos pero paralelos abanderados por cada uno de ellos. Ambos venden sus cuerpos pero por motivos muy distintos y juntos emprenderán un extraño viaje en busca de la madre de Mike, a la que nunca conoció en vida.


Aunque los personajes centrales son chaperos, la película no trata realmente sobre sexo, que además es algo que no le interesa mucho a sus protagonistas. Lo que Mike quiere es amor, y por amor lo que realmente quiere es a alguien que cuide de él. Estaba profundamente solo cuando era niño y ahora busca refugio. Las intenciones de Scott, cuyo padre es el alcalde de Portland, son muy distintas y poco a poco iremos descubriéndolas.


El joven vagabundo interpretado por ese grandísimo actor que fue River Phoenix en "Mi Idaho privado" de Gus Van Sant, es narcoléptico. Para aquellos que no entienden el trastorno, no se trata de una enfermedad que tenga relación con las drogas, aunque Mike las consuma a menudo. La narcolepsia es un trastorno crónico del sueño que afecta al sistema nervioso central, por lo que su origen es neurológico. La condición de Mike le ha dado un cierto desapego soñador. Sus continuos desvanecimientos son la clave que une las piezas de este singular puzzle. Se despierta y es capaz de seguir caminando. O más bien deambulando. Trabaja prostituyéndose, y su enfermedad y situación recuerda en cierto modo al "Crimen y castigo" de Dostoievski, donde Raskolnikov, el asesino de la anciana, sufre ataques epilépticos. Scott es capaz de cambiar de mundo con gran agilidad, con destreza y sin mirar atrás.  Su personaje se basa en el "Enrique IV" de William Shakespeare.


"Mi Idaho privado", inspirada en la novela de John Rechy “City of night” (1963), es una película de amor, de amistad y de traición. Su escena más impactante y brillante (que al ver la película uno se da cuenta que es el momento que estaba esperando), al calor de una hoguera, la rueda Van Sant con verdadera sensibilidad cuando Mike confiesa sus sentimientos hacia Scott. Una conmovedora, desconsolada y enternecedora declaración de amor. Pocas veces se ha retratado tan bien en el cine la delgada línea que separa la amistad del amor verdadero y el miedo a perder a la persona más importante de tu vida.


La fotografía que firman Eric Alan Edwards y John J. Campbell es sencillamente magnífica e ingeniosa, retratando tanto ambientes oscurecidos como carreteras sin fin donde el tema de la iluminación contiene una sensación algo descarada y añade un toque algo experimental al largometraje.


Tanto River Phoenix como Keanu Reeves no eran dos actores no muy conocidos en la época pero que han tenido mucha repercusión en la actualidad. Si bien Phoenix siempre ha demostrado sus cualidades interpretativas, aquí nos encontramos con una de las mejores actuaciones de Reeves.  Y probablemente la mejor de la corta carrera de River Phoenix. Trabajan de manera fabulosa representando a unos personajes muy elaborados y la química entre ellos es tremenda. Lamentablemente nunca sabremos hasta donde llegaría la carrera de River Phoenix, que nos dejó siendo muy joven, pero parecía apuntar muy alto al igual que han llegado otros actores de su generación como Johnny Deep o Leonardo Di Caprio.

Gus Van Sant, elegante y expresivo, es pura lírica en esta cinta. Discreto, equilibrado y casi desafiante. Todo funciona a pesar de su estilo narrativo tan ecléctico, incluso algunas partes tensas como ese gran homenaje a "Campanadas a medianoche" de Orson Welles. Van Sant siempre está en movimiento constante y libre. Los experimentos cinematográficos de Sergei Eisenstein son una gran influencia en este bello poema visual. Hay enigmas en la película que nunca saldrán a la luz, jamás podremos iluminarlos. Pero no es necesario, al contrario. Mejor que se queden en la oscuridad. 



"Mi Idaho privado" (1991). Dirección: Gus Van Sant.

jueves, 17 de noviembre de 2016

"Tarde para la ira" de Raúl Arévalo.

Dirigir era el deseo de Raúl Arévalo desde incluso antes que comenzara en el mundo de la interpretación con apenas dieciséis años. Se enamoró del teatro y quiso ser actor, pero siempre con el sueño de dirigir algún día. Posiblemente, por el hecho de que sea actor, ha dado mucha confianza y libertad a los intérpretes en su trabajo en "Tarde para la ira", su primer largometraje. "Al ser actor también sabe lo que el actor necesita" ha manifestado Ruth Díaz, a la que la cámara de Arévalo se acerca de manera rotunda en uno de los mejores momentos de este viaje sin retorno a la venganza.


El mostoleño tenía en mente referentes como "Un profeta" (2009) de Jacques Audiard y el cine de Querejeta mientras confeccionaba su ópera prima como realizador. Y se nota. pero también está muy presente el cine de Carlos Saura. La idea parte de hace ocho años cuando Raúl Arévalo escribió el guión con su amigo David Pulido. Desde el inicio pensó en Antonio de la Torre y en Luis Callejo como los protagonistas y se nota el profundo respeto que muestra por sus personajes. La enorme energía y la pasión con la que se ha dirigido está en el resultado final. 


José (Antonio De La Torre), un hombre de clase media-alta de Madrid, se introduce en la vida de unas personas de una barrio de la periferia madrileña (rodado en Usera). Tenía unas ilusiones que se vieron truncadas y tiene que decidir si sigue adelante con su vida o si decide vengarse. Curro (Luis Calleja) pasa ocho años en la cárcel por proteger a su familia y al salir se da cuenta que las cosas han cambiado mucho. Ana (Ruth Díaz), su pareja, se ha acostumbrado a vivir sola y quiere borrar el pasado y empezar de nuevo. Este es el trío protagonista de esta travesía al infierno. Portentosa es la interpretación de Luis Calleja dentro de un gran elenco en el que también destaca Manolo Solo, al que vimos en "La isla mínima" (2014) de Alberto Rodríguez y quien interpretó de una manera sensacional al juez Pablo Ruz en "B, la película" (2015) de David Ilundáin. Es precisamente la secuencia en la que interviene donde se desata la ira del protagonista de una manera extraordinaria, con naturalidad y eficacia. Lleva años esperando ese momento y se ve totalmente reflejado en las imágenes que vemos. Arévalo, sin timidez alguna, se interesa por la motivación de la violencia que a continuación sucede, logrando un acercamiento al cine de Nicholas Ray.


"Tarde para la ira" es una cinta emocionante donde el guión en ocasiones es algo previsible. El primer giro, relacionado con el personaje de Antonio de la Torre, está tan cantado desde el comienzo que resulta algo redundante. Sin embargo, el segundo, que desencadenará el sorprendente final filmado con total honestidad donde se revelan los sentimientos del trío con total desnudez, sí resulta muy inesperado. Aunque la historia parece algo vista su dirección es admirable. El estilo que consigue Arévalo muestra dosis de neorrealismo en los paisajes de barrios madrileños, donde el largometraje demuestra que ha contado con un excelente diseño de producción. Un carácter muy urbano en todo momento es el que logra en una de las películas españolas con mejor factura de este año. Parece que controla esta tensa y muy contundente película desde su comienzo. A Sam Peckinpah le gustaría.


"Tarde para la ira" (2016). Dirección: Raúl Arévalo.

martes, 15 de noviembre de 2016

"La gruta" de Vincent Le Port.

Un lugar en los confines de la costa bretona fuera de temporada. Es final de octubre y el último día de Celeste en su trabajo de vigilante en un camping de la costa. Está preparándose para irse hacia el sur cuando una niña alemana sordomuda desaparece y los lugareños se disponen a su búsqueda que les llevará hasta una misteriosa gruta presidida por una turbadora estatua de piedra. Celeste entrará en la gruta para buscar a la niña desaparecida. Pero lo interesante son los motivos por los que Celeste entra. ¿Por qué ella? ¿Por qué una joven que está a punto de abandonar el lugar decide aventurarse en esta búsqueda tan lúgubre? 


La admirable y angustiosa cinta francesa en blanco y negro "La Gruta" se alzó con el premio a mejor mediometraje en la novena edición de La Cabina, Festival Internacional de Mediometrajes de Valencia. Este máximo premio del jurado de Sección Oficial ha sido para un trabajo influido por "La cima" de Pío Baroja, "Los detectives salvajes" de Roberto Bolaño y las leyendas bretonas. También se ha llevado el galardón a mejor director para el joven Vincent Le Pont. Por primera vez en el festival ambos premios han sido para la misma película. El mediometraje ya fue ganador del premio de prensa y mención especial del jurado del Festival de Clermont-Ferrand este año.




Una obra de suspense con una atmósfera de miedo intenso, donde hacen mucho favor su excelente diseño de sonido y su estética oscura, que fue comprada por el canal francés ARTE después de su producción lo cual hizo que se pudiera emitir en televisión. El cine de Jacques Tourneur y las películas "Un hombre que duerme" (1974) de Bernard Queysanne y "Pícnic en Hanging Rock" (1975) de Peter Weir también han sido referentes utilizados por su director a la hora de realizar esta extraordinaria pieza. 



Le Port nos muestra a una población aislada y contiene algunos elementos fantásticos. Parece estar ambientada en un pasado reciente (no utilizan teléfonos móviles sino walkies) y utiliza códigos de cuentos y leyendas sombrías y la ambientación es fabulosa. Y contiene un tono existencialista representado por Celeste, que decide buscar a la niña cuando en realidad va en busca de sí misma. Celeste no sabe realmente lo que va a encontrar cuando acceda a la gruta, pero tampoco conoce lo que le espera cuando abandone el pueblo. Y se enfrenta a ello con valentía y sin miedo. La caverna en cuestión no es un espacio de fácil acceso, y su laberíntico interior es algo terrorífico. Pero Celeste se introduce sin meditarlo. Por algún motivo tiene que ser ella la que encuentre a la chiquilla.

La película fue rodada en el color pero en el momento de la edición se optó por el blanco y negro. La primera edición duraba aproximadamente una hora y veinte minutos que quedaron finalmente en 52.


Vincent Le Port nació en Bretaña (Francia), en el año 1986. Se graduó en dirección cinematográfica en La Fémis. En los últimos años ha dirigido cortometrajes documentales como "Minotaure Mein Führer" (2008) y "Danse des habitants invisibles de la Casualidad" (2010) y de ficción como "Grand Guignol" (2008) y "Finis Terrae" (2009). Actualmente está trabajando en dos películas. Un cortometraje de ficción y un largometraje documental. Sin duda se trata de un realizador al que debemos seguir sus pasos.


"La gruta" (2016). Dirección: Vincent Le Port.


viernes, 11 de noviembre de 2016

Miradas: "El pan y la calle" de Abbas Kiarostami.

Un niño regresa a casa contento y tranquilo después comprar el pan en un día soleado en lo que bien podría ser un suburbio de Teherán. Juega dando patadas a una lata. Por el camino, aparece un perro callejero que comienza a ladrar impidiéndole el paso. El niño se asusta al encontrar al perro, aunque parece un chucho pacífico, e intenta buscar ayuda en los viandantes aunque sin éxito. Temeroso, el niño intenta seguir a un hombre mayor que parece llevar su misma ruta, pero repentinamente este toma otra dirección. Tendrá que arreglárselas para poder pasar y finalmente le lanza un trozo de pan al perro para calmarle y así poder volver a casa.

"El pan y la calle" es el primer cortometraje del director iraní, fallecido este año, Abbas Kiarostami. Se trata de un trabajo que nos remite al más primigenio estilo neorrealista. Rodado en blanco (como muchos de sus trabajos) y sin diálogos en el año 1970, al igual que hizo en su segundo cortometraje "El recreo" (1972). Con esta obra, el realizador de Teherán nos introduce directamente en su universo cinematográfico, donde observamos su búsqueda de un cine de realidades cercanas y simplistas, de una calidad grandiosa, y con la infancia y las costumbres como temas recurrentes en su filmografía.


Esta deliciosa película de Abbas Kiarostami que es poesía pura, de diez minutos de duración, fue una de las primeras producciones del Centro para el Desarrollo Intelectual de Niños y Adolescentes, también llamado Kanun. El guion del cortometraje fue escrito por el hermano del director, Taghi Kiarostami, y está basado en las experiencias de su niñez. 

El trabajo de sonido en "El pan y la calle" es digno de mención. La calidad de la edición de sonido es enorme. Y la música enfatiza en todo momento el elemento dramático de la narración. Escuchamos una curiosa versión instrumental de "Ob-La Di Ob-La Da" de los Beatles a cargo del saxofonista de jazz Paul Desmond que acompaña la situación mientras el niño camina alegremente. Cuando aparece el perro la música se detiene y apreciamos el sonido real de la calle, lo cual acentúa el realismo del corto pero vuelve a sonar, esta vez una música intrigante, cuando el pequeño intenta buscar ayuda para acto seguido volver de nuevo al silencio. Hay que ver cómo el maestro centra su atención en los silencios. Finalmente, cuando el protagonista consigue librarse del perro y así poder volver a casa, la música es relajante acompañando a las imágenes de un modo placentero. A medida que va avanzando la historia, Kiarostami consigue yuxtaponer el tiempo real con el tiempo de la narración. El uso de la iluminación mientras la cámara sigue al niño y cómo juega con las sombras el ganador de la Palma de Oro en el Festival de Cannes por "El sabor de las cerezas" (1997), con la ayuda de la excelente fotografía de Mehrdad Fakhimi, es excelente teniendo en cuenta que es su primer trabajo. También destaca la cantidad de distintos planos que utiliza en unas calles muy estrechas.


En resumen, Kiarostami logra un brillante, tierno y luminoso ejercicio de técnica cinematográfica. El uso de la iluminación y el empleo del sonido destacan sobre todo en una historia muy sencilla sobre un chiquillo que llega a su casa a través de calles muy angostas donde el realizador iraní remarca algunos de los aspectos cotidianos y más amables de su país natal y nos acerca a lo que es el mundo árabe. Aquí observamos temas que serán recurrentes en su filmografía como la figura del niño como protagonista, lo cotidiano, lo tedioso, lo rural, cierto tono documental y monotonía e influencias del neorrealismo y la nouvelle vague.


El trabajo obtuvo muy buena acogida tanto entre el público como a nivel crítico. De hecho ganó el Gran Premio del Festival de Cine Infantil de Teherán en 1970 junto con otros cortometrajes de animación, precisamente también producidos por el Instituto para el Desarrollo Intelectual de Niños y Adolescentes. Esto hizo que la sección cinematográfica del Centro fuera en una parte muy importante del mismo, aumentando el número de las producciones audiovisuales.

Pasará mucho tiempo antes de que logremos calibrar el gran legado de Abbas Kiarostami, la mayor figura representativa del cine iraní.


"El pan y la calle" (1970). Dirección: Abbas Kiarostami.

lunes, 7 de noviembre de 2016

"El hombre de las mil caras" de Alberto Rodríguez.

No lo tenía nada fácil Alberto Rodríguez para superar a su anterior película, uno de los mejores thrillers nacionales de los últimos años (y de siempre) que combinaba el policíaco, el cine de asesinos en serie, secuestros y desapariciones con un impagable retrato de la vida rural de comienzos de los años ochenta. La atmosférica "La isla mínima" (2014) se ha convertido en uno de los neo-noir imprescindibles de nuestro cine. El listón estaba muy alto y parecía que Rodríguez se sentía cómodo realizando estas láminas negras de historias de épocas pasadas (aunque no muy lejanas). Así que... ¿supone cierto riesgo volver al negro retrato de la sociedad cuando has tocado techo? 



De nuevo junto a Rafael Cobos en el guión, esta vez adaptan el texto Manuel Cerdán y vuelven a donde se habían quedado antes de "La isla mínima": a contar una historia basada en hechos reales mucho menos turbadora pero no menos turbia. Viajamos a 1994, un año en el cual aún se podía fumar en los aeropuertos. El 29 de abril Luis Roldán, exdirector de la Guardia Civil, se da a la fuga. Francisco Paesa, un ex agente secreto del gobierno español que fue responsable de la operación contra ETA más importante de la historia, se vio envuelto en un caso de extorsión en plena crisis de los GAL y huyó del país. Cuando regresa años después está totalmente arruinado. Roldán le visita y le ofrece un millón de dólares si le ayuda a salvar 1.500 millones de pesetas sustraídos al erario público.



Así comienzan las aventuras de Paesa y Roldán. Los actores que les dan vida son Eduard Fernández y Carlos Santos. El primero no necesita de ninguna presentación pues lleva años demostrando que es de lo mejor que tenemos. Y el segundo da vida al famoso fugitivo de un modo magnético. La poderosa presentación del personaje ya invita a que observemos el trabajo de Santos. Un gran descubrimiento. Y ahí no queda todo. El elenco al completo tiene un dominio escénico bárbaro y una química feroz cuando interactúan.



Ritmo, energía, precisión, contundencia. Todo está muy bien medido por Rodríguez. Parece que se siente muy cómodo contándonos lo que somos, de dónde venimos y porqué pasa hoy en día lo que pasa. ¿Arriesga? Mucho. Cuando todas las miradas están puestas en él resuelve la papeleta de "la película siguiente" con una pieza de espionaje como nunca hemos visto hasta ahora. 



"El hombre de las mil caras" (2016). Dirección: Alberto Rodríguez.

martes, 1 de noviembre de 2016

Miradas: "El otro barrio" de Salvador García Ruiz.

Tras verse envuelto en una serie de accidentes por culpa del azar que causan la muerte de un vecino, y mientras dura la investigación, Ramón Fortuna (Jorge Alcázar), un chaval de quince años buen estudiante, huérfano de padre y que nunca ha dado problemas a su familia, ingresa en un centro de acogida para menores. Para él será una sensación como de estar despertando de un sueño, un sueño vivido en Vallecas, un popular barrio obrero de Madrid, junto a su madre y su hermana que le han dedicado la vida entera y que ahora no pueden hacer nada por él, aunque sepan que es inocente. En el centro Ramón encuentra un compañero en el locuaz y débil Aníbal (Alberto Ferreiro) con el que hace muy buenas migas y se da cuenta que está empezando a salir en los noticiarios y en los periódicos. No obstante, Ramón no se siente incómodo en el centro. A pesar de que nunca le ha faltado de nada, no era feliz con su vida. Mientras, su nexo con el exterior es Marcelo (Álex Casanovas), el abogado que lleva su caso que, como él, se crió en Vallecas pero en su día dejó Madrid para centrarse en sus estudios. El problema es que, para que Marcelo le ayude, tiene que enfrentarse con un pasado que lleva años queriendo olvidar, un amor perdido en el tiempo y el descubrimiento de un duro secreto que debe salir a la luz.


Salvador García Abril nació en Madrid en 1963 y es Licenciado en Ciencias de la Información. Esta fue su segunda película tras "Mensaka" (1998). Si en ella adaptaba una novela de José Ángel Mañas, "El otro barrio" está basada en una novela homónima de la escritora y periodista Elvira Lindo, quien elogió el trabajo del realizador. La cinta se presentó en el Festival de Cine de San Sebastián del año 2000 donde consiguió muy buenas críticas. "Castillos de cartón" es su último largometraje para el cine hasta la fecha y actualmente se dedica a dirigir series de televisión ("Gran reserva", "Isabel"...). También es lector y asesor de guiones en la productora Tornasol Films. Todos sus largometrajes han sido adaptaciones de novelas (José Ángel Mañas, Elvira Lindo, Natalia Ginzburg, Almudena Grandes) pero esto no ha impedido que el realizador madrileño haya conseguido un estilo propio. Un cine muy personal, culto y literario que no es fruto de las novelas que adapta sino de un modo de entender el séptimo arte de manera muy íntima, cotidiana y respetuosa alejándose de las producciones comerciales.


En "El otro barrio", su mejor película hasta la fecha, García Abril nos muestra una historia que va creciendo a medida que avanza la trama. Y lo hace de una manera conmovedora e intensa. Se trata de un trabajo de cine social e intimista con una cierta complejidad que actualmente podemos observar en grandes obras como "El pasado" de Asghar Farhadi que siempre intenta ir más allá del melodrama familiar. Las secuencias son largas y larga es la duración del largometraje (130 minutos) pero el ritmo no se pierde en ningún momento. No obstante ahí figura su gran importancia. Donde muchos hubieran cortado planos y empezado más tarde, García Abril deja respirar a las secuencias para mostrarnos una transparencia narrativa ejemplar. Y donde otros grandes cineastas, como Pedro Almodóvar en "Los abrazos rotos" (2009) se ven con la necesidad de contar toda la historia, el madrileño omite partes innecesarias pero evidentes para evitar la sobreexposición al dramatismo. El misterio principal (toda la película es un gran macguffin) recae en la observación del espectador ya que no se resuelve de manera explícita, lo cual hubiera enturbiado la narración. 


A pesar de que se trata de una historia oscura, la película es un bello homenaje a Vallecas que siempre aparece luminoso. El barrio donde nos criamos nos marca, y aquí observamos las consecuencias tanto de personajes que nunca han abandonado el lugar donde crecieron como de aquellos que lo hicieron y regresan para enfrentarse a él. Un barrio que puede ser cualquier otro barrio obrero, donde careces de intimidad y todo el mundo sabe lo que haces en cualquier momento. Donde todos te verán como lo que has sido si cometes un error y te será muy difícil evolucionar. Cada mirada y cada gesto refleja en la cinta un tono asfixiante y para algunos será muy difícil escapar de su pasado. 


La cinta obtuvo una nominación al Goya al mejor guión adaptado y fue premiada en dicha categoría concedido por el Círculo de Escritores Cinematográficos de España. Obtuvo una Mención especial en el Festival de San Sebastián del año 2000 para el director García Ruiz, los productores Gerardo Herrero y Javier López Blanco, y los jóvenes actores Jorge Alcázar y Alberto Ferreiro. También dos candidaturas de la Unión Española de Actores: Pepa Pedroche en el apartado de Mejor interpretación de reparto y Guillermo Toledo en el apartado de Mejor interpretación secundaria. La revista Rock de Lux la incluyó en la lista de las cincuenta mejores películas españolas del siglo XX. Sin duda estamos ante una sorprendente pequeña joya oculta del cine español que merece ser rescatada del olvido.


"El otro barrio" (2000). Dirección: Salvador García Ruiz.