sábado, 13 de mayo de 2017

"Sólo el fin del mundo" de Xavier Dolan.

Gaspard Ulliel abre "Sólo el fin del mundo" narrando en primera persona su regreso al lugar donde se crió, tras una larga ausencia, para anunciar su muerte a su familia. Allí se encontrará con su parentela, a la que hace años que no ve. La historia es muy simple y contiene una premisa sencilla, por lo tanto para lograr que el relato tenga algo de interés es necesario que lo que ocurra, lo que veamos y lo que escuchemos sea sugestivo para no parecer aburrido. Y es interesante, sí...a veces. Muy pocas, eso sí.


Dolan adapta la obra de Jean-Luc Lagarce como puede. Poco queda de esa frescura que hasta ahora ha demostrado en su dirección. Parece el trabajo de un autor cansado y sin chispa. Estático y sin fuerza. Cuesta pensar que su anterior largometraje sea la potente "Mommy" (2014) y que es el responsable de la imprescindible "Lawrence Anyways" (2012). No se le puede culpar al texto de Lagarde del resultado final porque el joven canadiense no se caracteriza precisamente por tener unos guiones pulidos, pero siempre había logrado salir victorioso...hasta ahora.


¿Qué ha ocurrido para este bajón tan considerable en su filmografía? Quizás su ambición por el reconocimiento masivo le haya llevado a caer en lugares comunes. Un protagonista sin sangre en las venas (que a pesar de ello ganó el César) tampoco ayuda a levantar la película. Sí lo hacen Mario Cotillard y Vincent Cassel sin lugar a dudas. Sus personajes evolucionan y conmueven. Son los mejores del elenco. Una discusión familiar sirve para introducirlos a ellos y a Léa Seydoux (hermana de Dulliel) y a Nathalie Baye (madre). A partir de aquí todo resulta algo previsible: familias que no entendemos, mentiras, heridas y secretos. Todo evoluciona según sospechamos. 


La necesidad de realizar un cine extremo pasa factura a Dolan que, aunque fiel a su heterogéneo universo y a su estética poderosa, no consigue adaptarse a prácticamente un único espacio (de hecho la escena más interesante, la del coche de Cassel y Ulliel, sucede fuera de él). Incluso los momentos pop se acercan al abismo de la decadencia. ¿A quién se le ocurre utilizar "Dragostea din tei", una de las peores canciones del siglo o incluso de la historia? Una cosa es querer ser kitsch a toda cosa y otra destrozar el oído al pobre espectador que está soportando la que es la peor escena de su trayecto con diferencia. No obstante nos regala una de las mejores: el rostro desolado de Marion Cotillard contemplando a un violento Cassel que es cólera e ira pura.  


"Sólo el fin del mundo" (2016). Dirección: Xavier Dolan.

domingo, 7 de mayo de 2017

Miradas: "Trauma" de León Klimovsky.

"Trauma" contaba con muchos elementos para poderse haber convertido en una buena película de terror. Pero ya sabemos que de buenas intenciones no se vive y cuando todos los elementos juegan en contra el resultado final en ocasiones puede ser espantoso (y no en el sentido de sobrecogedor precisamente).


De entrada tenemos a un director curtido en el cine de género como León Klimovsky con la pretensión de hacer un giallo a la española. En ese momento el cine giallo comenzaba a dar evidentes signos de agotamiento en Italia aunque dos años antes nos había regalado dos obras maestras y claves del subgénero como son "La casa dalle finestre che ridono" de Pupi Avati y "Rojo oscuro" de Dario Argento. Klimovsky ya había filmado la más que decente y muy reivindicable "Una libélula para cada muerto" (1974), un relato policíaco ambientado en Milán con un hilo argumental muy bien trazado y con un ritmo y acción que la convirtieron en merecedora de figurar entre las grandes de la época para muchos críticos. Su vuelta al horror con influencias de Argento prometía.

Igualmente, Ágata Lys había demostrado sus dotes en el cine de género en "El huerto del francés" (1977), dirigida y protagonizada por Paul Naschy. La actriz tenía una presencia y un magnetismo únicos. "Trauma" supondría una de sus últimas interpretaciones ya que se apartó del mundo de la industria al que sólo volvería en contadas ocasiones para colaborar en títulos como "Los santos inocentes" (1984), de Mario Camus, "El regreso de los mosqueteros" (1989), de Richard Lester, "Taxi "(1996) de Carlos Saura o "Familia" (1996), de Fernando León de Aranoa.


La acción transcurre en un hostal en la Sierra. Una casa rural apartada a la que se accede por una carretera secundaria y donde tienen lugar una serie de extraños asesinatos. El título de la cinta nos adelanta lo que veremos a continuación: un asesino con un extraño trauma. El comportamiento del personaje de Ágata Lys resulta muy extraño desde un principio, pero las cosas no son como parecen.


¿Qué podía salir mal con estos ingredientes? Pues prácticamente todo. La dirección resulta algo torpe y el equilibrio está muy descompensado. La primera parte de la película es bastante aburrida, con unos diálogos entre Lys y Henry Gregor (un escritor que necesita desconexión para escribir una novela) son monótonos y soporíferos. Cuando comienzan a llegar huéspedes al hotel la cosa comienza a ponerse entretenida pues se inaugura la sesión de asesinatos, aunque estos son filmados con una desgana monumental (incluyendo unos degüellos cutres y torpes a más no poder) que hacen que lo que podría ser lo más destacado de este gran despropósito sea un completo chasco. Asimismo, Ágata Lys está muy justita en su interpretación. No ayuda en absoluto que no tenga ningún feeling con un insustancial a más no poder Henry Gregor. Todo se anima un poco con la llegada de Isabel Pisano. La uruguaya da frescura al ambiente, tanto que en ocasiones parece que estemos en otra película. No obstante todo va a la deriva. El guión es demasiado flojo, incluso tratándose de este tipo de producciones en las que precisamente no destacan por tener unas historias demasiado coherentes. Ni siquiera es lo suficientemente gracioso como para ser delirante. Simplemente es desaborido y sin tensión dramática. 


"Trauma" (1978). Dirección: León Klimovsky.

martes, 2 de mayo de 2017

"One more time with feeling" de Andrew Dominik.

El 14 de julio de 2015 quedará marcado en la vida de Nick Cave ya que en esa fecha se produjo la trágica muerte de su hijo de quince años, que cayó por un acantilado en Brighton debido a que se encontraba bajo el efecto de las drogas. Un año después, el músico australiano encaró de nuevo su carrera musical dando como resultado el grandioso disco “Skeleton Tree”, uno de sus mejores trabajos. El fallecimiento de Arthur Cave sucedió a mitad de la gestación de las canciones incluidas y se ve claramente reflejado en las letras.


El documental dirigido por Andrew Dominik en el que aparecen Nick Cave & The Bad Seeds interpretando las canciones del disco, iba a estar principalmente centrado en la grabación de "Skeleton Tree". El accidente de Arthur afectó al tratamiento de la cinta promocional que mutó en un duro ensayo sobre la fragilidad y la pérdida, sobre todo en lo referente a la manera en las que éstas influyen en la creación y producción artística. No obstante, cuando nos sumergimos en el estudio de grabación, podemos comprobar que la mayoría de decisiones creativas estaban ya decididas con anterioridad, aunque el desasosiego y la angustia impregnan todo el lugar de una manera conmovedora. Filmado en blanco y negro y en color, el resultado es rígido, hondo y crudo.

Nick Cave divaga sobre el compromiso y el conflico del proceso creativo, mientras explora su relación musical con su cercano Warren Ellis. Poco a poco la cinta va cogiendo otra dimensión y observamos a un músico reflexivo y con un claro instinto de autopreservación que solamente detona en un momento para expresar su malestar con los medios de comunicación por el tratamiento que dieron hacia la muerte de su hijo. Su esposa, la diseñadora de ropa Susie Bick, una mujer muy reservada, poco a poco va cogiendo más presencia en la película.


El poder hipnótico de las canciones de "Skeleton Tree" y el sombrío carisma de Nick Cave nos envuelve mientras la cámara se mueve en torno a la música. La canción más rígida y solemne del álbum, "I need you", es un despojado sollozo desesperado que tiene la sensación de ser un poderoso himno ceremonioso con suntuosas estructuras corales. Vocaliza repetidamente, "te necesito", con una fragilidad que nos sacude gigantescamente.


"One more time with feeling" (2016). Dirección: Andrew Dominik.