martes, 27 de diciembre de 2016

"Théo & Hugo, París 05:59" de Jacques Martineau y Olivier Ducastel.

Las 05:59 horas parecen ser como las 12 de la noche para la Cenicienta. Cuando las campanadas suenan y la muchacha tiene que abandonar a su príncipe para volver a su monótona rutina. Cuando todo puede acabar. Cuando sabremos si Théo y Hugo deciden quedarse juntos o bien seguir cada uno su camino. Y es que de eso se trata, de saber si el dúo sellará su amor a primera vista o todo acabará como el rosario de la Aurora. Las dos opciones son posibles, y Jacques Martineau y Olivier Ducastel son muy astutos y no nos lo muestran hasta la última escena. Y la resolución es algo más que sorprendente. La que parece ser la futura pareja perfecta se enfrenta a una amenaza bastante potente que puede romper en pedazos su porvenir. La inquietud que genera en los espectadores avanza a medida que avanza la trama. 


Pero hay mucho más allá en "Théo & Hugo, París 05:59" que una historia de amor. También más allá del contenido sexual de las imágenes de la explosiva primera secuencia en un sex bar (un cuarto oscuro, vamos) donde los realizadores se las apañan de manera muy agraciada e incluso algo onírica para exhibir un enamoramiento en plena orgía. Que nadie se asuste con su comienzo fulminante y explícito ya que todo es pura poesía.



Las imágenes son importantes pero también los diálogos. Son vitales, de hecho. Es una película donde lo que se dice está totalmente equilibrado con lo que se ve. Y ahí está su punto fuerte que salva a la cinta de ser un puro exploit queer. Nada que ver con eso y nada más lejos de la realidad. 



La película se rodó en quince días, incluyendo nueve noches, con un presupuesto muy reducido. En el guión original la acción transcurría en 28 días, pero finalmente se optó a que ocurriera en tiempo real. De hecho vamos viendo el reloj hasta que llega a las 05:59 horas durante sus 90 minutos de duración. Vemos una noche de París diferente, colorida a base de neones y muy poco transitada. Quizás de igual que se trate de París, ya que en este caso la ciudad no es un protagonista más. la pareja deambula por ella pero podría tratarse de cualquier otra ciudad. Quien sí tiene un gran protagonismo es el VIH ya que supone el detonante de la trama. El virus irrumpe en la narración y se mantiene hasta que finaliza la obra. Un trabajo muy comprometido, por cierto. Estamos ante uno de los mejores largometrajes románticos del año que no debe pasar desapercibido.




"Théo & Hugo, París 05:59" (2016). Dirección: Jacques Martineau y Olivier Ducastel.

viernes, 23 de diciembre de 2016

"The Neon Demon" de Nicolas Winding Refn.

Ha hecho bastante ruido. ¿Poesía o infamia? ¿Belleza o atrocidad? La aparición de la nueva película de Nicolas Winding Refn no ha dejado indiferente a la nadie. Las opiniones se han polarizado completamente en los dos extremos de la escala. Para unos, la obra es densa, innovadora, bien argumentada, coherente con el estilo del realizador, contenedora de un encanto visual tremendo y demoledor. Otros, en el polo opuesto, piensan que el danés ha dado un paso abismal hacia el vacío aportando un trabajo presuntuoso, frívolo, opaco, fijándose en cambios muy concretos que le llevan a un puro narcisismo estético.


Así pues, ¿quién tiene razón? ¿Quien expone la profundidad de su mensaje simbólico o quien expresa de forma vehemente su desacuerdo manifestando una egolatría gigantesca que solamente satura con su recargada iluminación? ¿Puede que ambos bandos estén en lo cierto?

"The Neon Demon" es un largometraje complejo y es un error juzgarlo como un mero artilugio estético. Detrás de una temática tan simple y universal como es la belleza como ideal inalcanzable plenamente, el culto total al cuerpo y la obsesión por el inapelable paso del tiempo (que tan bien delineó Oscar Wilde en su única novela, "El retrato de Dorian Gray"), Winding Refn pretende invitarnos a la reflexión con un colorido arte grotesco y pesadillesco. 


Bien es cierto que se trata de un trabajo egocéntrico que pretende en todo momento incomodar al espectador. Pero ese su objetivo. No dejarlo indiferente. Y lo hace sin apartarse de su lado autoral pues en cada plano reconocemos su firma.

El director ha escogido el mundo de la moda (su intención era hacer una historia de terror acerca de la belleza) para mostrarnos con sus hipnóticas imágenes una realidad donde el ser humano ha sido engullido por la ambición que podría trasladarse a cualquier otro empleo o universo. El trabajo es un mundo hostil donde en ocasiones se premian valores no muy éticos. Cualquier elemento novedoso supone una amenaza para algunos miembros de la plantilla que son capaces de asolar a las frescas incorporaciones aptas para desarrollar sus quehaceres. Ojito también con estos nuevos empleados que vienen pisando fuerte y no son menos peligrosos. Así pues, los entornos empresariales se convierten en una especie de guerra civil donde todo vale. ¿Quién no ha vivido alguna vez una situación así? La atención está puesta en el mundo de las maniquís, pero podrían tratarse de jornaleros de diferentes ámbitos, sobre todo creativos y artísticos. La historia de Jesse en Los Ángeles bien podría ser la de una principiante actriz en Madrid o en cualquier otra parte. Sus rivales, jóvenes pero ya veteranas, la ven como el enemigo a batir y pondrán todo su empeño en conseguirlo.


A partir de esta premisa la locura visual y narrativa comienza con un soberbio ejercicio de cámara (o más bien fotografía). El principal problema es que "The Neon Demon" no consigue superar en ningún momento a sus referentes. Ni a "Suspiria" (1977) de Dario Argento, ni a "El valle de los placeres" (1967) de Russ Meyer, ni a "La matanza de texas" (1974) de Tobe Hooper por citar los más obvios. Pero hay más. Obras de John Peyser, Paul Morrissey, Alejandro Jodorwsky, Donald G Jackson y Jerry Younkins, Gaspar Noé, Andy Milligan, Billy Wilder, David Lynch, Roman Polanski, Paul Verhoeven y Mario Bava se unen en un collage cuyo resultado final no logra sobrepasar a ninguna de sus piezas individuales. No obstante el acabado tiene mérito y si en "Solo Dios perdona" (2013) maquinaba con un complot argumentativo, aquí descubrimos una parábola que huye de la abstracción, a pesar de sus excesos, logrando un relato más que digno no muy difícil de descifrar. Y es que a partir de la escena en que una de las celosas modelos "veteranas" muerde a la debutante ya observamos que esta última se va a encontrar con siniestras adversidades en su camino a la fama. 

Aunque el verdadero terror se consigue a base de atmósferas, a pesar de que estas contienen notables estridencias. Las escenas más explícitas no se extienden como lo hacían en "Suspiria" (donde un de los asesinato duraba como diez minutos). Al gran trabajo de fotografía se le unen unas interpretaciones muy frías e inexpresivas totalmente impuestas pero muy conseguidas y nada distantes. Y la banda sonora de Cliff Martínez de nuevo es disfrutable tanto dentro como fuera de la trama, tanto como sustentáculo ambiental como para escucharla tranquilamente en casa. La canción final de Sia en esos maravillosos créditos que suponen un enigma a descodificar quizás sea una de sus mejores composiciones. En resumen, una creación sólida, disfrutable, sin llegar a ser la obra maestra que muchos avalan pero tampoco es únicamente un ejercicio puramente visual.


No podemos considerar a "The Neon Demon" como una obra menor de Nicolas Winding Refn, ni muchísimo menos, a pesar de que no supone para el creador una evolución. Aunque echando vista atrás a su ya dilatada filmografía, si queremos visualizar una creación virtuosa y desconcertada, con una puesta en escena colosal, cabe recomendar ese gran logro que fue "Valhalla Rising" (2009), probablemente su mejor trabajo como autor. Pero esta potente creación es importante porque habla de la sociedad actual y cuestiona no solamente lo que entendemos por belleza, sino también lo que entendemos por ambición. Lo hace de manera muy sofisticada y quizás para muchos muy superficial, pero lo hace (y es enorme la habilidad con la que Winding Refn convierte algo frívolo en algo reflexivo). Se ha hecho en el momento en que se tenía que hacer y refleja el mundo de ese (este) momento. Muy duro.


"The Neon Demon" (2016). Dirección: Nicolas Winding Refn.

miércoles, 21 de diciembre de 2016

Miradas: "Holy Motors" de Leos Carax.

¿Qué sucede cuando el rostro del cine se mira en el espejo y lo que ve es una máscara? ¿Qué ocurre cuando es incapaz de reconocerse a sí mismo? 



Si algo caracteriza al cine del siglo XXI es que, más allá de la estética de las producciones, se ha producido un giro hacia la reflexión que cuestiona cualquier tipo de convencionalismos. Este pensamiento también implica meditar sobre lo que significa el cine y además haciéndolo desde dentro. Por supuesto, esto ha sucedido anteriormente, pero Leos Carax lo eleva hasta límites donde nadie había sido capaz de llegar. Estamos hartos de escuchar que “Holy Motors” es un homenaje al cine y a los actores. Si nos quedamos con esa simple idea no hemos entendido nada. 



Es incuestionable que dentro de este puzzle cinematográfico existe una clara investigación y reflexión histórica, pero no hallamos aquí, en el que probablemente sea el largometraje más importante en lo que va de siglo, ningún tipo de homenaje pretendido. Es más, lo que logra el realizador de “Los amantes de Pont Neuf” es exponer cualquier idea preconcebida que tengamos sobre el cine para acto seguido destruirla edificando un majestuoso artefacto explosivo para demolerla. Una máquina construida a base de espejos rotos donde es muy difícil apreciar el verdadero rostro del séptimo arte. 



Tras guiar a un metamórfico Dennis Lavant por múltiples rincones de París, algunos incluso inaccesibles, Edith Scob baja de la limusina y se pone una careta. Aquello que para la actriz fue un obstáculo en esa gran obra de Georges Franju que es “Los ojos sin rostro” ahora es una liberación. Busca de nuevo esa máscara que cubrió su rostro en el pasado, se la coloca de nuevo, cuestiona toda su vida anterior, se siente cómoda con ella y se aleja. Y nosotros, los espectadores, debemos quitárnosla para admirar sus rasgos, su aspecto, su relevancia. Leos Carax ha matado al cine. El cine muere, para acto seguido revivir. Y nos ha enseñado lo que debe ser el cine después del cine. Muerte y metamorfosis del cine.



"Holy Motors" (2012). Dirección: Leos Carax.

jueves, 15 de diciembre de 2016

"Rogue One: una historia de Star Wars" de Gareth Edwards.

Si algo caracteriza al cine de ciencia ficción contemporáneo es su dinámico montaje en las escenas de acción. Cortes a los dos o tres segundos del plano para estimular la energía del momento. Eso se ha convertido en lo peor de “Rogue One”. 



Jazeb Olssen iba por buen camino cuando trabajó para Peter Jackson en las dos últimas partes de “El señor de los anillos” (2001 y 2002) e incluso en “The lovely bones” (2009). Sin embargo daba signos de torpeza en la saga “El Hobbit” (2012, 2013 y 2014). Algo que parece que no han sabido detectar los responsables de este supuesto spin-off de “Star wars”, que en realidad no es tal pues encaja perfectamente entre dos capítulos de estas space operas. A estas alturas todo el mundo conocerá su lugar cronológico en la historia de los rebeldes contra el Imperio pero mejor no desvelar nada por si acaso.






El acontecimiento más importante del largometraje se ve decapitado por Olssen de un modo cruel. Inadmisblemente, se carga la escena más bella de la cinta en lo que parece ser un desacierto tremendo ante el elaborado acabado visual que contiene desde principio a fin. Algo de lo que ni siquiera muchos espectadores apreciarán, pero que no da pie a gozar del mejor momento interpretativo de los protagonistas, que tras dos horas de metraje logran por fin tener algo de química entre ellos. Y no me refiero a química en un sentido romántico, pues aquí no hay ninguna historia de amor forzada (demos gracias), pero es que el feeling entre la sosísima Felicity Jones y el entregado Diego Luna (el mejor del elenco) es prácticamente nulo. El insuficiente Michael Douglas formaba una perfecta pareja de aventuras con Kathleen Turner tanto en “Tras el corazón rojo” (1984) como en “La joya del nilo” (1985) lo cual demuestra que no hay que ser un impecable actor para compenetrarte con tu pareja en este cine tan enérgico. Douglas aprobó con nota, con notaza, a pesar de ser una de las figuras más sobrevaloradas de Hollywood. Lo mismo sucede con Felicity Jones, que parece que se perdió las clases de expresión del rostro en sus estudios lo cual no le impidió tener una nominación al Oscar en ese anodino biopic que es “La teoría del todo” (2014). ¿Tanto cuesta congeniar con tu compañero de peripecias? 




Este malogro de Olssen no es su única ineficaz hazaña en “Rogue One”. Una de las mejores secuencias de acción, cuando todo el variopinto grupo de rebeldes se une por fin en una nave espacial, se ve mutilada gracias a su trabajo. 

Curiosamente las dos escenas comentadas parecen calcos de los mejores momentos de dos cintas imprescindibles del cine de ciencia ficción de este siglo. La primera está "inspirada" (copiada, vamos) en “Melancolía” (2011) de Lars von Trier, y la segunda en “Interstellar” (2014) de Christopher Nolan. Estas cosas pasan cuando encargas el guión a los responsables de “El profesor chiflado II: La familia Klump” (2000) y “Armageddon” (1998).


No cabe en mi cabeza que esto fuera lo que pretendiera el realizador que nos regaló uno de los momentos más bellos del cine actual, el final de “Monsters” (2010), y sinceramente, Gareth Edwards no se merece eso. Es una pena que Edwards no haya contado para la edición con Bob Ducsay, con quien trabajó en “Godzilla” (2014) quien precisamente ahora está trabajando en el próximo capítulo de “Star Wars” que dirigirá Rian Johnson y en quien debemos confiar por sus buenos cometidos tanto en “Brick” (2005) como en “Looper” (2012).


Pero no todo es malo en esta historia a pesar de los fallos de montaje y del poco carisma de su insípida protagonista (seca continuamente hasta aburrir). De hecho sus defectos son tantos que este texto podría alargarse eternamente, pero centrémonos ahora en algunas virtudes, que las tiene. “Rogue One” opta por no excederse con la nostalgia que sí hacía de manera desmesurada “El despertar de la fuerza” (2015). Sí la hay, pero la justa. Y se disfruta independientemente de que conozcas el resto de capítulos. Incluso da pie a algo de de reflexión política impuesta por Gareth Edwards y la cual Disney quería cargarse, pero finalmente se muestra de un modo muy evidente. Su belicismo terrenal destaca ante las batallas en el espacio, cosa que es de agradecer ya que podemos recapacitar sobre todos los conflictos militaristas que desgraciadamente inundan el planeta (sí, aunque parezca una locura hay un instante de realismo belicoso bastante introspectivo) y las localizaciones consiguen estar muy acertadas para expresar mayor impacto sensato y es que a pesar de que el Imperio se muestra de una manera brutal debido al despliegue tecnológico lo mejor de la acción sucede en suelo firme. La música de Michael Giacchino cumple y mucho en la difícil labor de sustituir nada más y nada menos que a John Williams. Otro punto a favor es la recuperación del mejor personaje de la saga, aunque de manera fugaz pero vital para socorrer el desastre. La aparición de Darth Vader logra salvar la continua presencia de un villano muy poco amenazador (Ben Meldensohn), aunque en un artefacto de este calibre debería haber sido aún más épico y oscuro de lo que es. El relato va creciendo poco a poco en intensidad y el pesimismo que lo envuelve lo engrandece, pero cuando finaliza uno tiene la sensación de que todo es mejorable en esta aceptable aventura que ha contado con un presupuesto con el que se podían haber hecho maravillas. Aunque su factura visual es impecable, su factura dramática es minúscula. Y dada la temática de la misión debería haberse profundizado más en la emotividad de la tragedia en lugar de fomentar el colorista y aparatoso mundo espacial. Una oportunidad perdida que aún así será un pelotazo, visto como está el panorama cinematográfico actual en lo que respecta a la relación calidad-taquilla.


"Rogue One: una historia de Star Wars" (2016). Dirección: Gareth Edwards.

miércoles, 14 de diciembre de 2016

Miradas: "La mirada de Michelangelo" de Michelangelo Antonioni.

Un anciano entra en una vacía iglesia romana para observar una imponente estatua inacabada del Moisés de Miguel Ángel. La observa detenidamente. No parece escarpársele ningún detalle de la obra. La toca. Tras permanecer un rato ante ella abandona la iglesia por la misma puerta por donde ha entrado.


Quizás se trate de un argumento muy sencillo para una película, pero si añadimos que este anciano es Michelangelo Antonioni todo es más complejo de lo que parece. Miguel Ángel ante Miguel Ángel. El hombre frente a la estatua. El humano contemplando a una obra de arte. Pero la estatua también contempla a otra obra de arte como es Michelangelo Antonioni. Su recelo y afán por exhibir el espacio como un protagonista más de sus películas va más allá en esta partitura cinematográfica ya que logra humanizar a un conjunto escultórico de un modo sublime y solemne. La estatua le invita a que su cámara sea quien la muestre como nunca nadie la ha podido ver. Un desafío que en otras manos podría haber tenido unas terribles consecuencias para el ojo del espectador, pero en la cinta que nos ocupa no estamos hablando de la cámara de cualquiera.


Por momentos parecen fundirse el hombre y la estatua. Ella, inamovible, logra romper la barrera de lo estático al igual que lo hace Antonioni, quien accede a la iglesia por su propio pie gracias a los efectos digitales. Gracias al cine, gracias a lo que el director de piezas tan importantes para el séptimo arte como “La aventura” o “El desierto rojo” ha hecho durante toda su vida.


El realizador que convirtió al cine en una herramienta de pensamiento nos invita de nuevo a reflexionar con su último trabajo. Y lo hace en un rincón donde superficialmente no parece que vaya a ocurrir algo interesante. Evidentemente no debemos suponer nada tratándose de quien se trata. Por eso Antonioni ha decidido que todas sus obsesiones estén presentes en este poema sensorial. La ausencia, la incomunicación, el silencio... El realizador italiano muestra todas sus inquietudes en apenas quince minutos repletos de melancolía y las comparte con su audiencia. Como si, consciente de que su muerte se acerca, persiguiera resumir su legado cinematográfico en una bella pieza de corta duración para la posteridad.


"La mirada de Michelangelo" (2004) de Michelangelo Antonioni.

domingo, 4 de diciembre de 2016

"Cemetery of Splendour" de Apichatpong Weerasethakul.

En un pequeño pueblo de Tailandia, veintisiete soldados sufren un extraño caso de narcolepsia. Una escuela primaria abandonada se convierte en un pequeño hospital donde Jenjira Widner, una solitaria ama de casa de mediana edad casada con Frank, un soldado retirado de los Estados Unidos, es una de las voluntarias que les cuida. Jenrija coge especial cariño a Itta, un joven soldado que no tiene ningún pariente. Así, Jenjira acude diariamente para asistir a Itt, quien nunca ha recibido la visita de algún miembro de su familia. El cuidado de los soldados le llevará a caer en alucinaciones que desencadenan en sueños extraños, fantasmas y romances. En los terrenos adyacentes al hospital trabajan unas excavadoras instalando la fibra óptica, justo donde se encontraba un cementerio de los antiguos reyes tailandeses. Tratándose de quien se trata hay muchas capas detrás de este argumento. 


"Cemetery of Splendour" es el último trabajo del director tailandés Apichatpong Weerasethakul, autor entre otros de los maravillosos filmes "Tropical Malady" (2004) y "Uncle Boonmee recuerda sus vidas pasadas" (2010), ambos premiados en el Festival de Cannes. Es uno de los realizadores más originales del cine contemporáneo. Su faceta como artista plástico es más desconocida pero sus exposiciones e instalaciones se han podido ver en muchos países. Apichatpong Weerasethakul pertenece a ese linaje de cineastas indómitos que conciben el cine como una forma propia de expresión artística, trabajando con total libertad.



Esta gran obra, una de las mejores cintas estrenadas en España en 2016, tiene una mezcla de realidad (reflejada en cada uno de sus planos) con espiritualidad y misticismo. Estamos ante una cinta donde el director tailandés demuestra su emocionante aptitud para fabricar imágenes realmente hermosas que retratan la vida en un hospital improvisado cuyos pacientes sufren esta misteriosa enfermedad que los sentencia al sueño. Muy emotiva es la relación de afecto que se va desarrollando entre la cuidadora y el soldado Itta, que el director nos enseña con misterio y ante las extrañezas de los jardines que rodean el hospital donde lo fantástico y lo real se mezclan de una manera muy naturalista. Otra de las voluntarias, la más joven, tiene el poder de una médium y manifiesta que la condición de los soldados se debe a que han alterado de alguna manera el cementerio donde reposan los reyes. Lo que a simple vista parece realismo (no hay ninguna escena que visualmente de pie a que estemos ante una obra de fantasía, ahora no hay ningún hombre lobo ni ningún monstruo acechante) a través de los diálogos nos transporta al mundo de alucinación e ilusión de Weerasethakul. La protagonista conversa tranquilamente con dos mujeres que de repente le confiesan que son las diosas a las que ella rinde culto en una secuencia sublime. No solamente ella cree toda la historia, sino que nosotros también. Y nos impacta, que es lo importante. Y lo que es más valioso: lo hace de una manera muy sencilla, sin ningún artificio ni trampa. La propia existencia de las diosas nos parece totalmente real y no insertada en la trama para sorprender.



Este es otro ejemplo de cine hecho poema. Y también de un ensayo sobre la geografía humana y sobre el tránsito. Una bella meditación sobre la muerte donde el mundo espiritual se mezcla con el mundo natural para reflejar su dolor por la nación, simbolizado por los militares. Y, sin embargo, también es un bonito y exquisito artilugio donde trata temas tan universales como son el amor y el desconsuelo.


"Cemetery of Splendour" (2015). Dirección: Apichatpong Weerasethakul.