jueves, 1 de febrero de 2018

"120 pulsaciones por minuto" de Robin Campillo.

"120 pulsaciones por minuto" tiene todos los números para convertirse en un documento-testimonio tanto de un tiempo como de una generación. Evidencia del dolor por el sida y la impotencia ante la pasividad de las instituciones. Campillo quiere dar una dimensión social y testimonial de la enfermedad en sus peores momentos, recuperando sus recuerdos en este brillante ejercicio retrospectivo, sin abandonar la dimensión íntima de su película (que es donde mejor se desenvuelve), ahondando en el drama de la dolencia desde una perspectiva algo diferente. Para ello nos traslada a Francia, a principios de los años noventa. La vida cotidiana para la comunidad gay estaba condicionada por el miedo. Miedo al rechazo, al desprecio, y al sida. Para responder a esta situación, nace en París el Act-Up (donde llegó a militar Campillo), un grupo de activistas que, utilizando métodos de guerrilla, dedica sus esfuerzos a luchar por dar visibilidad y lograr una mayor implicación del gobierno y de las farmacéuticas su lucha. Poco a poco van surgiendo desacuerdos entre algunos de sus miembros, ya que hay quienes no están de acuerdo en forzar los límites y radicalizarse.


Narrativamente el filme se construye a base de saltos, encadenando momentos. Es una película plena de música (genial la banda sonora de Arnaud Rebotini que vuelve a colaborar con Campillo), luz, energía y velocidad. Solo se le podría achacar algunos problemas de ritmo, sobre todo en el comienzo del metraje en las escenas de los debates del grupo activista (con cierto aspecto documental), que tal vez se alargan un poco a pesar de que el montaje, del propio Campillo quien también es guionista junto a Philippe Mangeot, es vibrante y dinámico.



El solvente actor argentino Nahuel Pérez Biscayart, totalmente a flor de piel, encabeza un reparto en el que no pasa desapercibido el buen trabajo de Adèle Haenel, Arnaud Valois y Félix Maritaud. Cada uno de ellos tiene una personalidad que evoluciona a medida que transcurren los acontecimientos. El filme desprende una fuerza muy intensa y particular que proviene, sin lugar a dudas, de la vitalidad del propio Nahuel Pérez Biscayart así como del resto del formidable reparto.

Una película fluida tan dura de ver como necesaria y hermosa en muchos de sus pasajes en las que las potentes imágenes de Campillo (estupendas las panorámicas), rodadas con un espíritu libre que en ocasiones recuerda a Godard, nos trasladan de la rebelión y el activismo a los infiernos de la cruda realidad de los protagonistas, por momentos reflejada en unos portentosos primeros planos. Imprescindible absolutamente.


"120 pulsaciones por minuto" (2017). Dirección: Robin Campillo.

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