jueves, 15 de diciembre de 2016

"Rogue One: una historia de Star Wars" de Gareth Edwards.

Si algo caracteriza al cine de ciencia ficción contemporáneo es su dinámico montaje en las escenas de acción. Cortes a los dos o tres segundos del plano para estimular la energía del momento. Eso se ha convertido en lo peor de “Rogue One”. 



Jazeb Olssen iba por buen camino cuando trabajó para Peter Jackson en las dos últimas partes de “El señor de los anillos” (2001 y 2002) e incluso en “The lovely bones” (2009). Sin embargo daba signos de torpeza en la saga “El Hobbit” (2012, 2013 y 2014). Algo que parece que no han sabido detectar los responsables de este supuesto spin-off de “Star wars”, que en realidad no es tal pues encaja perfectamente entre dos capítulos de estas space operas. A estas alturas todo el mundo conocerá su lugar cronológico en la historia de los rebeldes contra el Imperio pero mejor no desvelar nada por si acaso.






El acontecimiento más importante del largometraje se ve decapitado por Olssen de un modo cruel. Inadmisblemente, se carga la escena más bella de la cinta en lo que parece ser un desacierto tremendo ante el elaborado acabado visual que contiene desde principio a fin. Algo de lo que ni siquiera muchos espectadores apreciarán, pero que no da pie a gozar del mejor momento interpretativo de los protagonistas, que tras dos horas de metraje logran por fin tener algo de química entre ellos. Y no me refiero a química en un sentido romántico, pues aquí no hay ninguna historia de amor forzada (demos gracias), pero es que el feeling entre la sosísima Felicity Jones y el entregado Diego Luna (el mejor del elenco) es prácticamente nulo. El insuficiente Michael Douglas formaba una perfecta pareja de aventuras con Kathleen Turner tanto en “Tras el corazón rojo” (1984) como en “La joya del nilo” (1985) lo cual demuestra que no hay que ser un impecable actor para compenetrarte con tu pareja en este cine tan enérgico. Douglas aprobó con nota, con notaza, a pesar de ser una de las figuras más sobrevaloradas de Hollywood. Lo mismo sucede con Felicity Jones, que parece que se perdió las clases de expresión del rostro en sus estudios lo cual no le impidió tener una nominación al Oscar en ese anodino biopic que es “La teoría del todo” (2014). ¿Tanto cuesta congeniar con tu compañero de peripecias? 




Este malogro de Olssen no es su única ineficaz hazaña en “Rogue One”. Una de las mejores secuencias de acción, cuando todo el variopinto grupo de rebeldes se une por fin en una nave espacial, se ve mutilada gracias a su trabajo. 

Curiosamente las dos escenas comentadas parecen calcos de los mejores momentos de dos cintas imprescindibles del cine de ciencia ficción de este siglo. La primera está "inspirada" (copiada, vamos) en “Melancolía” (2011) de Lars von Trier, y la segunda en “Interstellar” (2014) de Christopher Nolan. Estas cosas pasan cuando encargas el guión a los responsables de “El profesor chiflado II: La familia Klump” (2000) y “Armageddon” (1998).


No cabe en mi cabeza que esto fuera lo que pretendiera el realizador que nos regaló uno de los momentos más bellos del cine actual, el final de “Monsters” (2010), y sinceramente, Gareth Edwards no se merece eso. Es una pena que Edwards no haya contado para la edición con Bob Ducsay, con quien trabajó en “Godzilla” (2014) quien precisamente ahora está trabajando en el próximo capítulo de “Star Wars” que dirigirá Rian Johnson y en quien debemos confiar por sus buenos cometidos tanto en “Brick” (2005) como en “Looper” (2012).


Pero no todo es malo en esta historia a pesar de los fallos de montaje y del poco carisma de su insípida protagonista (seca continuamente hasta aburrir). De hecho sus defectos son tantos que este texto podría alargarse eternamente, pero centrémonos ahora en algunas virtudes, que las tiene. “Rogue One” opta por no excederse con la nostalgia que sí hacía de manera desmesurada “El despertar de la fuerza” (2015). Sí la hay, pero la justa. Y se disfruta independientemente de que conozcas el resto de capítulos. Incluso da pie a algo de de reflexión política impuesta por Gareth Edwards y la cual Disney quería cargarse, pero finalmente se muestra de un modo muy evidente. Su belicismo terrenal destaca ante las batallas en el espacio, cosa que es de agradecer ya que podemos recapacitar sobre todos los conflictos militaristas que desgraciadamente inundan el planeta (sí, aunque parezca una locura hay un instante de realismo belicoso bastante introspectivo) y las localizaciones consiguen estar muy acertadas para expresar mayor impacto sensato y es que a pesar de que el Imperio se muestra de una manera brutal debido al despliegue tecnológico lo mejor de la acción sucede en suelo firme. La música de Michael Giacchino cumple y mucho en la difícil labor de sustituir nada más y nada menos que a John Williams. Otro punto a favor es la recuperación del mejor personaje de la saga, aunque de manera fugaz pero vital para socorrer el desastre. La aparición de Darth Vader logra salvar la continua presencia de un villano muy poco amenazador (Ben Meldensohn), aunque en un artefacto de este calibre debería haber sido aún más épico y oscuro de lo que es. El relato va creciendo poco a poco en intensidad y el pesimismo que lo envuelve lo engrandece, pero cuando finaliza uno tiene la sensación de que todo es mejorable en esta aceptable aventura que ha contado con un presupuesto con el que se podían haber hecho maravillas. Aunque su factura visual es impecable, su factura dramática es minúscula. Y dada la temática de la misión debería haberse profundizado más en la emotividad de la tragedia en lugar de fomentar el colorista y aparatoso mundo espacial. Una oportunidad perdida que aún así será un pelotazo, visto como está el panorama cinematográfico actual en lo que respecta a la relación calidad-taquilla.


"Rogue One: una historia de Star Wars" (2016). Dirección: Gareth Edwards.

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