sábado, 16 de abril de 2016

"Julieta" de Pedro Almodóvar.

Tres décadas y dos mujeres para un mismo personaje en un desgarrador drama. Julieta en los ochenta (Adriana Ugarte) gozaba de unos buenos años, probablemente los mejores de su vida, pero actualmente (Emma Suárez) está perdida y al borde de la locura. ¿Qué ha sucedido desde entonces hasta ahora? Conoceremos los misterios del personaje más complejo que el director ha definido hasta la fecha en la rectal final de “Julieta”, una obra que, al igual que sucedía en “Hable con ella”, comienza con una cortina roja. Aunque realmente no se trata de un elemento de un teatro ya que rápidamente nos damos cuenta que está en movimiento. Como si tuviera vida propia. Y es que nos encontramos ante la ropa de una mujer. En esta ocasión parece que el vestuario colorado pretende encerrar los secretos del cuerpo al que viste. El de Julieta. Así empieza la última cinta de Pedro Almodóvar quien muestra su drama más sincero y su mejor guión en homenaje a la escritora canadiense Alice Munro (su punto de partida son las historias “Destino”, “Pronto” y “Silencio”).  


Con “Julieta” Almodóvar vuelve, después de la notable e incomprendida “Los amantes pasajeros”, a la narración “femenina” donde siempre ha encontrado su mayor reconocimiento, tanto en drama como en comedia. En este caso, no hay tregua con la frivolidad que otras cintas del mismo género del autor contiene, como podría ser “Todo sobre mi madre” (donde lo kitsch trasciende lo puramente estético, sin renunciar a ello, para manifestarse en la definición de algunos personajes) ni hay protagonistas con valores éticos poco convencionales. No hallamos así esa perfecta mezcla de sonrisas y lágrimas tan propia de él, y es que en este filme duro no hay espacio para el exceso. Ya las referencias a la literatura griega (Julieta es una profesora de dicha materia) nos permiten divisar que estamos ante una gran tragedia.

Todo el cine sobre la mujer del director manchego parece una búsqueda oculta de la figura del paternal, como evidencia, precisamente, “Todo sobre mi madre”. En ella una madre ha protegido a un hijo y le ha ocultado la verdad sobre su padre. Secretos. Silencio. El silencio es el dolor verdadero de la trama de “Julieta”. 

Almodóvar logra distanciarse de todo lo hecho hasta la fecha (a pesar de contar con elementos marca de la casa como el costumbrismo representado por una magistral Rossy De Palma y otros que se nombrarán en este mismo párrafo) pero "Julieta” no podría confundirse con la obra de cualquier otro cineasta. Desde la ya citada apertura en rojo de la escena inicial, al coche que circula por una carretera de montaña de la escena final, el uso de esta tonalidad es un claro indicativo del cine del autor. La cámara del realizador se mueve con una extrema delicadeza, regalándonos imágenes verdaderamente bellas acentuadas por el sorprendente uso del color y de la luz. También el color azul, pero aquí el rojo está más presente que nunca. Almodóvar ha edificado un extraño enigma en el que no existen culpables. Ni siquiera hay crimen o delito en este misterio. Sin embargo Julieta es un interrogante en sí misma. Elaborando una trama al estilo de Alfred Hitchcock, donde también ayuda el trabajo de Alberto Iglesias con una banda sonora que en ciertos momentos recuerda al Bernard Herrmann más soft jazz, alguna escena onírica, el pelo rubio de sus protagonistas y una criada algo siniestra, poco a poco vamos descubriendo los incidentes que desembocan en la desdicha de Julieta. Cada secuencia muestra un enigma, como si del cine del gran maestro se tratase. Los cameos, Madrid, la comida, sus referentes artísticos, esos decorados que dicen mucho de los personajes…Estamos ante una película de Pedro Almodóvar inequívocamente, pero nunca habíamos visto tanta contención. 



El enfrentamiento madre-hija ha sido un tema recurrente en el melodrama que nos ha brindado películas como “Stella Dallas” de King Vidor, “Alma en suplicio” de Michael Curtiz (filme que Almodóvar afirmó servirle de inspiración en “Volver”) o “Imitación a la vida” de Douglas Sirk. Aunque estos referentes melodramáticos han estado presentes en prácticamente toda la filmografía del autor y aquí es donde más se constatan. 

En un juego de manos muy inteligente (y cercano a Ingmar Bergman), Almodóvar cambia de actrices: vemos a Antía, hija de Julieta, y a su mejor amiga Bea secar con una toalla el pelo de Adriana Ugarte y cuando emerge, es Emma Suárez a quien descubrimos en su lugar, no envejecida por el tiempo, pero por sí por su infortunio. 

Y es que no solamente los cortes de pelo a juego conectan Ugarte y Suárez, pues la idea de utilizar a dos actrices para el mismo papel da sus frutos absolutamente. La película simboliza el deseo de descubrir el porqué  del alma lastimada de esta mujer, y dividiendo el papel se amplía el impacto deseado: Adriana Ugarte aparece totalmente radiante y luminosa, el lado más atractivo e ingenuo de Julieta, sin embargo Emma Suárez, con un tremendo complejo de culpa, muestra la confusión y tristeza que se desarrolla en ella con el tiempo. 

“Julieta” habla del destino inapelable y de ese sigilo inexplicable y hondo que nos hace que renunciemos a nuestros seres queridos, incluso eliminándonos de nuestra vida como si jamás hubieran significado nada. Se trata una película con una perseguida contención que conviene dejarla reposar, no sentenciarla tras su primer visionado pues son los recuerdos que tenemos de ella los que la definen como una gran creación.  Cuando se encienden las luces de la sala se produce un gran impacto emocional. Muy vasto. A partir de ahí podemos ser conscientes de su magnitud. Todo ese calvario que provoca el abandono de un ser querido de algún modo nos hará volver a “Julieta”. Asumir el dolor y la soledad tal y como vienen. 
 

"Julieta" (2016). Dirección: Pedro Almodóvar. 




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