martes, 19 de abril de 2016

Miradas: "M, el vampiro de Düsseldorf" de Fritz Lang.

Cuando se habla de los mejores directores de la historia del cine es de vital importancia citar a Fritz Lang, uno de los realizadores más completos que ha tenido el séptimo arte. Fritz Lang nació el 5 de diciembre de 1890 en Viena (Austria), en el seno de una familia perteneciente a la vieja burguesía. Hijo del católico Anton Lang, arquitecto, y de la judía Paula Schlesinger, cursó estudios de arquitectura por orden de su padre, pero se sintió atraído por la pintura. En 1909 tuvo los primeros contactos con el cine en la ciudad de Brujas. Más tarde se instaló en París, de donde marchó a causa de la guerra en 1914. Herido en el frente italiano, acabó la guerra en un hospital vienés donde escribió sus primeros guiones para Joe May y Otto Rippert. Hizo su debut como director en 1919 con la película "Halbblut", que rodó en cinco días, y tuvo su primer éxito en 1921 con la cinta marcada por el expresionismo "Las tres luces". 




 (Fritz Lang)

La filmografía de Lang es una de las más ricas que existen. Autor de más de treinta películas, dos de sus obras más destacadas de su primera época son los estudios sobre Mabuse (1922), y su secuela “El testamento del doctor Mabuse” (1933), aprobada por los funcionarios nazis que buscaban la colaboración de Lang. Sin embargo éste, de origen judío, huyó de Alemania para nacionalizarse estadounidense en 1935. Creador de una peculiar atmósfera mediante unos decorados y una iluminación expresionistas, fue autor de obras maestras del arte cinematográfico como “Metrópolis” (1926), monumental cinta que describe la reconciliación de capitalistas y proletarios a través de una pareja de amantes en una ciudad del futuro, que le dio fama internacional y al consorcio UFA le significó un desastre financiero y “M, el vampiro de Düsseldorf” (1931), la cinta que nos ocupa y su primera película sonora. Entre las películas que realizó en Estados Unidos destacan “Furia” (1935), “Sólo se vive una vez” (1937), “La mujer del cuadro” (1944), “Encubridora” (1952), “Los sobornados” (1953), “Mientras Nueva York duerme” (1956) y “Más allá de la duda” (1956). Fritz Lang falleció el 2 de agosto de 1976 en Los Ángeles. 

El expresionismo fue una corriente artística que buscaba expresar sentimientos y emociones más allá de toda realidad objetiva, indagando en lo más profundo del ser humano y sacando los sentimientos más íntimos y las emociones más recónditas para plasmarlas después en escenas reveladoras de una gran tragedia interior. La película expresionista más relevante es “El Gabinete del Dr. Caligari”, pensada en un principio para ser dirigida por Fritz Lang, quien no pudo hacerse cargo por compromisos profesionales pasando a manos de Robert Weine, hombre de teatro cuya formación será muy relevante a la hora de crear los decorados, ya que la película se rodó íntegramente en interiores. Estos, totalmente desfigurados con perspectivas que falseadas, con una luz que se muestra pintada, con una sobreactuación de los actores y un uso exagerado del maquillaje, junto con una planificación de la cámara muy peculiar, nos muestra un cine sumamente pictórico, como si sintiéramos un cuadro en movimiento. En 1927 Lang rodó “Metrópolis”, visión futurista de una ciudad repleta de máquinas destinadas a servir a los señores mientras que los obreros viven en una ciudad subterránea pesadillesca. Podría considerarse la primera película de ciencia-ficción de la historia y de nuevo la evidencia de la angustia existencial. 

Fritz Lang siempre quiso negar su adscripción al expresionismo, movimiento estético tan ligado a los agitados años de la República de Weimar y tan influyente en el cine. Sin embargo “M” supone la consagración del expresionismo y logra marcar una transición entre este movimiento y el cine negro. Las influencias posteriores del expresionismo las podemos encontrar tanto en el cine de terror como en el cine negro americano, pues se nutren de muchos logros del movimiento, como el uso de la luz en la creación de ambientes sombríos y oscuros, donde las angustias, miedos y fobias de los personajes encuentran su hábitat natural. En cualquier caso, los planteamientos expresionistas están presentes en la elaborada fotografía tenebrista de “M” y en el cáustico retrato del entorno social en que se mueve el asesino. La búsqueda paralela que emprenden tanto la policía como los mendigos para atrapar al protagonista constituye una estudiada inversión de papeles. La asociación de los mendigos y su local de reuniones, formando una organización disciplinaria y su ordenada distribución de las tareas es una clara parodia del modelo establecido por la sociedad burguesa.


En su obra maestra desgarradora, “M” (estéticamente deudora del expresionismo y estrechamente marcada políticamente por el auge del nacionalsocialismo alemán), Fritz Lang combina comentario social mordaz con escalofriante suspense, creando un panorama de la locura privada e histeria pública que hasta hoy sigue siendo el modelo para el thriller psicológico. Inspirada en el caso real de Peter Kürten (el asesino de niñas de Düsseldorf), el genio alemán reproduce una historia reservando a Peter Lorre (sublime su interpretación), por entonces desconocido, su papel de villano. Un asesino de niñas atemoriza a toda la ciudad mientras la policía lo busca frenéticamente, deteniendo a cualquier individuo mínimamente sospechoso. Por su parte, los jefes del hampa, furiosos por las redadas que están sufriendo por culpa del asesino, deciden buscarlo también ellos mismos.


Se trata de un filme de 1931, el mismo año en que se realizaron “Drácula” de Tod Browning, “Luces de la ciudad” de Charles Chaplin, “Tabú” de FW Murnau y “Viva la libertad” de René Clair.

En el aspecto visual y narrativo, el filme es audaz e innovador. Fritz Lang, que había trabajado sin limitaciones presupuestarias, escoge aquí sacar partido a la modestia de medios, logrando elaborados travellings y movimientos de grúa realizados con medios artesanales. Consigue introducirnos absolutamente en la trama con una primera secuencia impresionista de ocho minutos y medio que es un milagro del montaje cinematográfico y de la elipsis narrativa. Este es su primer filme sonoro y se atreve a no emplear más música que la melodía de Peer Gynt que silba obsesivamente Peter Lorre y logra sacar un gran partido a los sonidos y los silencios, jugando con diálogos encabalgados. El sonido es muy importante en el filme. En ocasiones el sonido es un recurso poco usado dramáticamente, sin embargo Lang lo utiliza a la perfección como elemento de montaje en su película y contribuye a crear una atmósfera claustrofóbica. “M” fue la primera película sonora de Lang, que utiliza las voces en off cuando alguien distinto de quien se habla aparece a cuadro. Lang manipula el sonido con igual eficacia que lo hace con los planos visuales. Al asesino no lo identifica su forma física sino su silbido. 


“M” fue un filme pionero cuyos recursos visuales y sonoros serían imitados una y otra vez a lo largo de los años. Da la sensación a lo largo de todo el metraje de que podría haber sido realizado veinte años más tarde, y es que la película aún hoy logra sorprendernos por lo actual que resulta, no sólo en la temática del asesino, sino en su realización y en su faceta técnica. Escenas como los primeros minutos anteriormente citados en los que se sugiere el asesinato de la niña, la pequeña Elsie, el montaje paralelo mostrando a los hampones y a la policía, o el uso de la melodía silbada (que se utiliza como recurso para dar continuidad a la película) para introducir e identificar al personaje interpretado por Peter Lorre (como anécdota, Lorre se veía incapaz de silbar la canción y fue doblado por el propio Lang), no la hacen parecer una película de 1931, época en la que recientemente había nacido el cine sonoro y aún se encontraba en fase de experimentación.

El comienzo de “M” es, probablemente, uno de los inicios más magníficos que ha dado el cine en cuanto a hallazgos del lenguaje se refiere. Ocho minutos y veintisiete planos. En la primera escena unas niñas juegan en un patio cantando una canción sobre un asesino mientras una de las madres las regaña (hecho que ya refleja una preocupación de lo que puede pasar). A continuación una madre mira el reloj preparándose para la comida e intuimos que su hija está a punto de llegar a casa. La amenaza es invisible al espectador pero está presente. Bajo un cartel sobre la búsqueda del asesino una sombra tienta a una niña que juega a la pelota con dulces. La niña no conoce lo que esta sombra sobre el cartel implica pero el espectador sí. La madre continúa esperando mientras observamos una sucesión de planos sobre espacios vacíos, como el desván, la escalera, la mesa con el plato vacío… lo cual aumenta el sentimiento de ausencia que finalmente se confirma cuando aparece la pelota rodando sin la presencia de la niña y un globo ascendiendo que se queda atrapado en el cable eléctrico. A continuación fundido a negro. Todo ello expresa la muerte de la niña a manos del asesino.


Los decorados de “M” son realistas, alejados de otras obras expresionistas como “El gabinete del doctor Caligari”. Aún así, “M” es una película claramente expresionista: claroscuros, sombras que cobran una elevada potencia expresiva, primeros planos, picados y contrapicados generando una sensación de vértigo, ambiente asfixiante... 

El legado dejado por Lang con este film es importante, pues aborda cuestiones como la justicia y el psicoanálisis, así como el concepto de ciudad. La República de Weimar se encontraba golpeada por los disturbios políticos y la crisis económica. Así pues, “M, el vampiro de Düsseldorf” es un fiel retrato de la situación en Alemania en vísperas de la toma de poder por parte de los nacionalsocialistas, donde un brazo sólido garantizando mano dura implica una opción sugestiva para la sociedad de una ciudad en la que un asesino demente actúa al margen de dichas reglas. En una secuencia del acto final, donde los policías llegan a tiempo de salvar a Beckert de un linchamiento ciudadano para que pueda comparecer ante un tribunal civil, es una clara demostración del voto del realizador por el orden constitucional.


"M, el vampiro de Düsseldorf" (1931). Dirección: Fritz Lang.

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