lunes, 30 de mayo de 2016

"Carol" de Todd Haynes.

Mientras escribo estas líneas escucho la hermosa partitura que Carter Burwell escribió para “Carol”. Un inicio muy elegante para esta música romántica que nos guía en esta magnífica historia de amor. Una banda sonora con una evocación minimalista donde sus temas tiernos y delicados nos dan la sensación de música de cámara. Un trabajo que se lanza totalmente en la estructura de la película de una manera sublime en cada situación, pero sin izar el carácter que Todd Haynes ha querido dar a su largometraje. Nunca incrementa la linealidad que el director ha querido implementar en su ejercicio cinematográfico pero sí consigue elaborar un fundido con las imágenes, no un simple complemento o acentuación de la narración. Su gran intimidad hace que no se convierta en un primer plano donde puede restar importancia a los fotogramas de esta obra maestra. Burwell no da pie al sentimentalismo resultón ya que la música de “Carol” contiene una áspera y dolorosa pena que es la que acompaña en ocasiones al amor verdadero en algunos momentos de nuestra vida. A destacar el diferente tono empleado en las dos escenas íntimas de Cate Blanchett y Rooney Mara, sus diferentes variaciones que conviene no reseñar para no desvelar nada de la trama. Y soberbio es su tratamiento en la difícil escena final donde el espectador está tan involucrado que es difícil contener las lágrimas . Sin duda una banda sonora de una opulencia extrema, una pieza de orfebrería realizada por un virtuoso (habitual de los hermanos Coen) que ya nos sorprendió con “Mildred Pierce” (2011), imprescindible miniserie también realizada por Haynes. 


En 1949 Patricia Highsmith escribió una novela sobre una relación amorosa entre una tímida dependienta y una ama de casa mucho más mayor. Su libro más romántico, "El precio de la sal", finalmente fue publicado en 1952 bajo un seudónimo. 

Sobre el largometraje queda ya poco que decir a estas alturas. Es una película perfecta. Nada sobra ni nada falta. Sin duda estamos ante una de las mejores narraciones de amor de la historia. Una obra cumbre difícil de superar. Dos mujeres en una tormentosa contradicción sentimental, por momentos asfixiante, ante algunos callejones sin salida a los que tienen que enfrentarse. Un angustioso drama, un cuadro en movimiento interpretado por dos actrices en un estado de gloria que pocas veces hemos visto en el cine americano contemporáneo. 


Todd Haynes ha dedicado toda su carrera a explorar la conformidad y la represión y en "Carol" se acerca a las dificultades del lesbianismo en la década de los años cincuenta del siglo pasado, no muy lejos de las de ahora, en un enorme melodrama tan emocional que recuerda a las películas de Douglas Sirk, con dos mujeres en busca de la felicidad en un entorno opresor.


Todos los detalles están cuidados al milímetro. Cada plano es abrumador y brillante. Cada secuencia contiene una elegancia inmensa que resulta incluso complicada a la hora de definirla. Hay que destacar el enorme trabajo de diseño de producción de Judy Becker, la dirección de arte de Jesse Rosenthal y la labor de la decoradora Heather Loeffler que crea varios espacios como las habitaciones del motel, el hogar de Carol o bares de Nueva York para resaltar el romance entre las protagonistas, que a menudo observan a través de cristales para reflejar la prisión en la que se ven sometidas. 


La película de Haynes habla sobre el amor verdadero y es tan seductora que uno entiende el dolor de estas mujeres como si fuera propio. Y cala. Cala tanto que en el segundo en el que llega ese amor a nuestra vida, o si ya ha llegado y en algún momento lo rememoras, es imposible no acordarse de “Carol”. En la escena cumbre de la cinta, Carol (magistral Cate Blanchett) le envía una carta a su amada Thérese (una conmovedora Rooney Mara como un ángel caído del cielo) con un delicado texto que comienza así: “Queridísima.: No hay accidentes”. Es aquí donde nos cuestionamos si realmente las casualidades son sincronicidad. El psicólogo Carl G. Jung acuñó el término de sincronicidad, haciendo referencia a “la simultaneidad de dos sucesos vinculados por el sentido pero de manera no causal”, como la unión de los acontecimientos exteriores e interiores de una manera que no se puede explicar pero que tiene cierto sentido para la persona que lo observa. A todos nosotros nos ha pasado en algún momento una oportuna coincidencia que en un principio se manifiesta tan improbable que nos resulta realmente asombrosa y fascinante, como si ciertamente existieran algunas conexiones entre hechos, personas o testimonios a través de unos hilos excesivamente invisibles que tan sólo podemos percibir por momentos. A nivel personal a menudo cuestiono las casualidades, pero si vislumbramos lo que hay a nuestro alrededor en un momento determinado, una acción puede ser clave para nuestro futuro y una persona puede cambiar nuestra vida para siempre. Nuestra atención selectiva en ese segundo quizás nos pueda llevar al amor verdadero. El encuentro entre Thérese y Carol, en unos grandes almacenes donde trabaja la primera, es uno de esos instantes y el realizador californiano lo muestra de una manera esplendorosa.  Si su película de 2002 era "Lejos del cielo" ahora está muy cerca. No. Ya está. En el cielo de las películas más poderosas y bellas del cine.


"Carol" (2015). Dirección: Todd Haynes.

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