sábado, 11 de junio de 2016

"Los odiosos ocho" de Quentin Tarantino.

Unos personajes con una ética y honestidad dudosas quedan encerrados en una parada de diligencias debido a una gran tormenta. En un ambiente totalmente aislado hay sospechas de que alguien no es quien dice ser. 

Nos encontramos ante una película que estuvo a punto de no realizarse debido a una filtración en Internet del guión original. En enero de 2014 Quentin Tarantino decidió abandonar el proyecto, tras averiguar que el libreto se ha filtrado tanto en Internet como en las oficinas de Hollywood. El director, siempre condescendiente con la difusión de sus propios guiones, se mostró bastante molesto y herido por el furtivo modo en que se había producido la filtración, ya que fue a través de un restringido círculo de actores a los que entregó en persona la primera versión del libreto, ya con vistas a su participación. El realizador llevó el asunto hasta los tribunales denunciando al grupo Gawker Media, a quien reclamó un millón de dólares por la filtración del guión y violación de sus derechos de autor. Sin embargo, un juez del distrito de Los Ángeles desestimó la demanda en abril al considerar que las pruebas presentadas por sus abogados “no lograron establecer una infracción directa”.


El cineasta decidió archivar el guión para después publicarlo en forma de libro, y revisar el proyecto cinematográfico unos cinco años después, sin embargo, en junio del mismo año en la Comic-con, confirmó que sí rodaría la cinta. En enero de 2015 empezó el rodaje después de varios borradores del guión en los que alteró el desenlace original. Comenzó en el tramo de Telluride de las Montañas Rocosas de Colorado.  Elegido por sus deslumbrantes e inmaculadas vistas y enmarcado por altas montañas que durante el invierno boreal se cubren de nieve allí se levantó la Mercería de Minnie, la parada de montaña donde se encuentran “los odiosos ocho”. La tienda se construyó en el rancho familiar Schmid (en Wilson Mesa).

“Cuando llegamos allí, vimos esa montaña (el pico Wilson), y nos imaginamos dónde podía estar la parada, ya no había otro sitio posible”, comenta la productora   Shannon McIntosh. “Las montañas y las vistas de la zona de Telluride son realmente espectaculares. Los álamos temblones que hay allí, que se convierten realmente en otro personaje más de la película, son asombrosos. No podías visualizar encontrar algo así en ningún otro lugar. Telluride fue un lugar verdaderamente extraordinario para rodar la película”.


Tarantino tomó una decisión de riesgo como fue rodar en el formato Ultra Panavision 70 para que los espectadores puedan ver en todo momento donde se encuentran cada uno de los personajes. Empleado por última vez en 1966 en “Kartum” (1966), película histórica-bélica de Basil Dearden y Eliot Elisofon, Ultra Panavision 70 utiliza lentes anamórficas, a diferencia de las lentes esféricas tradicionales, para poder crear una excelente relación de aspecto panorámica de 2.76:1. El formato Ultra Panavision 70 no se había usado hasta ahora más que en unas pocas películas, como “Rebelión a bordo” (1962) de Lewis Milestone, “El mundo está loco, loco, loco” (1963) de Stanley Kramer, “La historia más grande jamás contada” (1965) de George Stevens y “La batalla de las Ardenas” de Ken Annakin (también de 1965).

“El formato de 70 mm era perfecto para captar este inhóspito paisaje del Oeste, la nieve y la belleza de esos escenarios naturales”, opina Tarantino, quien indica que el formato incluso aporta intensidad a los interiores de la cinta. “Creo que estos grandes formatos ofrecen más intimidad. Puedes estar más cerca de los personajes. Podía acercarte más e invadir la intimidad de los personajes con su grandeza. No creo que sea un formato pensado únicamente para crónicas de viajes”.

Western de misterio sería la calificación más adecuada para descifrar el verdadero género de la octava película de Quentin Tarantino, donde manipula de nuevo a su manera la memoria histórica. Sin embargo su cine no tiene ningún tipo de límites y sus referencias se multiplican. La mayor influencia en el guión quizás podemos encontrarla en “Diez negritos” de Agatha Christie cuya adaptación de 1965 es la preferida del director. Ocho personajes incomunicados en una taberna. Pero su mayor seña es el comienzo donde un carruaje pasa cercano a una cruz al igual que en el largometraje de George Pollock. Grandioso comienzo el de “Los odiosos ocho” donde no conocemos las dimensiones de dicha cruz hasta que la diligencia pasa por su lado. 


También nos recuerda en cierto modo a “Asesinato en el Orient Express” aunque el código moral de los cazarrecompensas parece sacado de “El gran silencio “(1968) de Sergio Corbucci y el aislamiento de los protagonistas (además de la presencia de Kurt Russell) nos lleva a “La cosa” (1982) de John Carpenter. El comienzo de la película, que transcurre en una diligencia, parece influenciado por “La diligencia” (película que respeta Tarantino pese a no ser un gran fan de John Ford). En “Los cautivos” (1957) de Budd Boetticher  se adaptaba al escritor Elmore Leonard, el más idolatrado narrador de Quentin Tarantino. “Cayo Largo” (1948) de John Huston maneja la reclusión geográfica y el aislamiento meteorológico como si se tratase de un personaje más de la película, obligando totalmente a las víctimas a convivir en un lugar cerrado con los criminales, borrando así todas las líneas divisorias entre ambos bandos.

Por primera vez una película de Tarantino cuenta con una banda sonora original, encargada nada más y nada menos que al maestro Ennio Morricone, quien trabajó sobre variaciones de temas ya utilizados. La banda sonora no interfiere en la trama pero sí le da tonos grotescos e incluso infernales (el comienzo) o evocadores (la carta de Lincoln).

La conexión con Morricone va más allá de la música. Hay elementos del giallo en “Los odiosos ocho”, género que muchos fans esperan que trabaje alguna vez el director de Knoxville. Tarantino siempre ha manifestado su fascinación por el género, y uno de sus máximos exponentes es “El pájaro de las plumas de cristal” (1970) de Dario Argento (que además comparte autor de banda sonora con “Los odiosos ocho”).


La película arranca en exteriores y en movimiento. Tarantino cultiva multitud de planos que enriquecen de manera soberbia el comienzo sin importarle reglas obsoletas como cambios de eje. Durante una gran nevada el carruaje va recogiendo pasajeros y los lleva hasta un lugar recluido donde se encuentran con otros personajes totalmente impredecibles cuya astuta definición narrativa ayuda a que la resolución del enigma sea complicada por parte del espectador.


Pero las interpretaciones son el punto más débil de la película. Excepto un portentoso Walton Goggins el resto de actores regalan muy poco carisma a sus personajes. La única mala conocida al principio de la historia, Daisy Domergue (interpretada por Jennifer Jason Leigh), no logra trasladarnos esa sensación de que estamos ante la gran villana que se supone que es. El que se debería haber sido uno de los momentos cumbre de la cinta, cuando Daisy toca la guitarra, carece del atractivo suficiente como para advertirnos de que algo gordo va a pasar a continuación, que es su propósito. Excepto Jennifer Jason Leigh y Demián Bichir (precisamento los dos que tocan instrumentos en el filme) el resto de intérpretes eran de confianza de Tarantino pues había trabajado anteriormente con ellos, pero encargar a Samuel L. Jackson el rol principal es un error pues no cumple con el papel de distinguido y amenazante investigador.


No obstante pocos realizadores logran alcanzar el hito de conseguir una obra tan asfixiante con una propuesta prácticamente teatral en un ambiente cerrado. En su momento Howard Hawks y Alfred Hitchcock, y que se encuentren en activo Roman Polanski o Michael Haneke. Y a pesar de los contras interpretativos podemos observar la progresión de Tarantino como guionista, que había decaído en sus últimas entregas, aunque sería de agradecer una estructura más ajustada para "Los odiosos ocho". Su excesiva duración no está justificada ante un planteamiento de más de cien minutos para luego pasar a un auténtico festival sin ningún tipo de límites, donde conviven múltiples géneros cinematográficos, de una forma soberbia, eso sí. Y da la sensación de que el espectáculo podría haber continuado si Tarantino no se enfrentara a las barreras comerciales de hacer un largometraje de más de tres horas. El desmadre se hubiera prolongado sin acotación. Auténtico jolgorio y orgía visual donde habitan todas las influencias del realizador de una manera magistral. Todo un festejo sin fronteras. Eso sí, esperemos que en su próxima entrega recorte también esos absurdos discursos eternos que bordan el delirio.


"Los odiosos ocho" (2015). Dirección: Quentin Tarantino.

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